lunes, 16 de septiembre de 2013

EXCITOTOXINAS: ¡A que no puedes comer sólo una!



Ciudad Zen me invitó a escribir una vez más. Hoy me toca compartir un tema súper delicado y espero hacerlo bien. Mejor que nunca, sé que el conocimiento nos hace libres. Y la ignorancia, esclavos. Presos de un sistema que boicotea todo intento por despertar a la población y permitirnos empoderarnos y empezar a tomar decisiones acertadas, que nos lleven a vivir libres, sanos, fuertes, felices. Con este artículo intento aportar mínimamente a generar consciencia social sobre un evento de salud pública muy serio del cual poco se habla. Son las excitotoxinas.

Quizás de ellas no has oído, ¿pero del Ajinomoto o Glutamato Monosódico sí? ¿O del Aspartame? ¿Maltodextrina?¿ Has leído los ingredientes que contienen los alimentos envasados que compras? La mayoría de los productos industrializados contienen uno o más tipos de excitotoxinas. Pueden tomar distintos nombres, pero todos se utilizan en la industria alimenticia con un mismo fin: potenciar el sabor de los alimentos y hacerlos más “sabrosos”. ¿A costa de qué?

La excitotoxina que más se ha estudiado hasta hoy es el Glutamato Monosódico: GMS. Su historia viene de inicios del siglo pasado, en Japón, donde por siglos se utilizaba el alga kombu como condimento, al secarlo y molerlo. Volvía las comidas mucho más gustosas.
El químico Ikeda, descubrió que la sustancia que le daba sabor al alga era el glutamato (ácido glutámico), un aminoácido presente en alimentos. Entonces aisló este elemento y percibió un sabor nuevo, al que llamo umami. Su efecto en las comidas generaba un sabor tan intenso, que muy pronto los hermanos Suzuki lo comercializaron bajo la marca Ajinomoto, “la esencia del sabor”, en japonés.  Desde entonces se ha utilizado para intensificar sabores de alimentos artificiales y esto ha generado billones de dólares para la industria alimenticia moderna.

Lo que no se difunde es que el Glutamato añadido a los alimentos es una toxina, en otras palabras, un veneno. Nuestro organismo no sabe lidiar con grandes cantidades de éste al entrar de golpe[i]. Su principal efecto es generar un estímulo excesivo de la actividad de las células que lo reciben, provocando daños severos. Cuando el glutamato entra en cantidades altas al cerebro, y por éste,  a las células nerviosas o neuronas, genera una excitación de ellas a tal nivel, que al poco tiempo mueren. Este enorme estímulo neuronal se relaciona con el sabor acentuado, que ocasiona adicción y dependencia. Es por eso que los productos que reciben glutamato tienen sabores tan potentes e inmediatamente lo metes a tu boca, deseas comer más. Y más. Y más. Sin poder detenerte. Como si algo controlara tu cuerpo. No puedes evitarlo. Papas fritas, galletas, golosinas, sopas, salsas, condimentos, todas las “comidas rápidas”, y prácticamente cualquier alimento industrializado. Y como dato, la mayoría de los productos light, al perder su grasa, reciben este veneno, en alguna de sus formas, para otorgarle sabor.  Incluso, muchos productos alimenticios presentes en tiendas “saludables” incluyen alguna excitotoxina enmascarada.  Y sí, estos productos se sienten sabrosos. Sus sabores generan placer en el momento. Pero son sabores artificiales, que te vuelven adicto y hoy son responsables en gran parte de la crisis masiva de obesidad mundial que vivimos. Y no sólo eso.

El doctor Russell Blaylock, neurocirujano de larga trayectoria, es autoridad en el tema. Gran parte de su carrera médica la ha dedicado a investigar sobre la influencia de sustancias tóxicas en la actividad cerebral, y difundir sus hallazgos, contra viento y marea. Ha sido boicoteado numerosas veces, para que sus obras no se hagan públicas. En su libro, “Excitotoxinas: sabores que matan”, comunica los resultados de diversos experimentos en animales que han recibido glutamato y otras excitotoxinas, y cómo responden al corto, mediano y largo plazo: las excitotoxinas son un enemigo silencioso. Puede que al momento que las comas no presentes síntoma en absoluto - quienes sí lo desarrollan sienten dolores de cabeza y el pensamiento borroso, fenómeno conocido como síndrome del restaurante chino- pero con el tiempo se va incubando en secreto la causa inicial de una lista de enfermedades fatales.

La primera vez que oí sobre todo esto, fue en una charla en la que este científico explica muy claramente cómo el glutamato, y cualquier excitotoxina, al ingresar a las neuronas en cantidades y momentos no requeridos, alteran y perturban su actividad, dañándolas gravemente o provocando su muerte. Si consideramos que del correcto funcionamiento cerebral depende la salud de todo nuestro cuerpo- el pensar, el sentir, el movernos, el equilibrio hormonal, la sincronía perfecta entre millones de células y órganos, los diferentes sistemas, etc, etc, etc- saber que día a día comemos alimentos que contienen glutamato, en cantidades suficientes para destruir nuestras neuronas, es comenzar a despertar y darnos cuenta de la poca atención que ponemos a cuidar nuestra vida.

Según Blaylock, las lesiones neuronales provocadas por la ingesta de estas toxinas, están asociadas a enfermedades tan diversas como migrañas, convulsiones físicas, pérdida de memoria, déficit atencional, desequilibrio emocional, episodios de rabia o locura inexplicables, ataques de asma, alteración hormonal y de crecimiento, infecciones virales por debilitamiento de sistema inmune, envejecimiento prematuro, daños oculares, insomnio… hasta parálisis, falla cardíaca, alzheimer, parkinson, esclerosis múltiple, artritis, y la más típica hoy en día: obesidad. Muchos de estos “males” pueden ser parte de  nosotros o nuestra familia. ¿Pero cuándo pensaríamos que en parte, la razón viene de aquellas delicias tan inofensivas que comemos a diario?





Alimentos que típicamente contienen GMS de consumo diario:
Sopas en sobre, calugas y caldos instantáneos, salsas, aderezos para ensaladas, aliños, enlatados y en conserva, productos light, golosinas, galletas, salados, postres, todas las prácticas preparaciones listas en 3 minutos, suplementos de proteínas en polvo o líquidas, bebidas carbonatadas, jugos artificiales, chicles, comidas de cadenas rápidas, muchas preparaciones de restaurantes…

La verdad es que en supermercados o restaurantes tradicionales, es difícil encontrar productos que no contengan excitotoxinas. Ojo con los nombres: Para camuflar el glutamato de quienes buscamos alimentos más naturales, los fabricantes han ido creando nuevos seudónimos, por montones, que esconden el mismo veneno. Cuando busques alimentos libres de excitotoxinas, asegúrate que no incluyan entre sus ingredientes:
GMS, Glutamato, Ácido glutámico, Ajinomoto, Vetsin, Saborizante natural, Proteína hidrolizada, Levadura autolizada, Levadura hidrolizada, Caseinato de calcio, Extracto de levadura, Proteína texturizada, Caseinato de sodio,  PVH, Caseína hidrolizada, Colágeno hidrolizado, Proteína de colágeno hidrolizado, Maíz hidrolizado, Almidón de maíz hidrolizado, Hidrolizados de gelatina, Extracto de proteína vegetal, PHP, Senomyx, Carragenano, Realzador de sabor, E620, E621, E622, E623, E624, E625, E627, E631, E635. Maltodextrina, Aspartamo, L-cisteína, Glicina, Proteína texturizada de suero…

Naturalmente nuestro cerebro cuenta con una barrera hematoencefálica, que regula la entrada y salida de sustancias entre la sangre y las células de algunas zonas cerebrales (no todas) y puede protegernos de venenos circulantes. Hay diversas circunstancias que en un adulto  pueden provocar pérdida de control de esta barrera y dar entrada al glutamato, cuando no es requerido. Por ejemplo, niveles bajos de azúcar en la sangre, hipertensión, infecciones, uso de fármacos, etc. Esas condiciones vuelven a la persona mucho más vulnerable frente al consumo de excitotoxinas.

Especialmente importante es el efecto que genera el glutamato en el cerebro prematuro. El glutamato y el aspartame son sustancias extremadamente tóxicas para el cerebro de un feto en desarrollo. Su barrera hematoencefálica aún no se ha fijado y sus células cerebrales están formándose. Si la madre embarazada come cualquier alimento con glutamato, éste fácilmente puede atravesar el canal que hay entre ella y su hijo, y el futuro ser estará recibiendo este veneno incluso antes de nacer. Tanto en gestación, como tras nacer, los primeros años de vida son determinantes en la formación del cerebro sano de un niño. Y por ende, en qué tan sano en cuerpo y en mente será el resto de su vida.  Los bebés son cuatro veces más sensible al glutamato que un adulto. Su salud mental, emocional y física se verá limitada e impedida, por el resto de su vida, producto de las toxinas que recibe desde pequeño. No debemos sorprendernos entonces al darnos cuenta que cada día hay más niños que sufren problemas de concentración y comportamiento. Con alergias e intolerancias diversas. Niños con muy bajas defensas, siempre enfermos. ¿Es mala suerte? Claro que no. Son niños que no han sido bien nutridos y cuyos organismos ya han recibido un exceso de sustancias tóxicas, causando tales limitaciones desde tan pequeños. Es un tema tan delicado y serio. No podemos dejarlo pasar.

Las excitotoxinas pueden llegar al organismo de niños, mediante lo que la madre consume y transmite a su bebé, o después de nacer, al amamantarlo, a través de su leche. ¿Y después? Aunque parezca locura, los alimentos típicos de consumo masivo para bebés, como fórmulas de leches y colados que encontramos en cualquier supermercado, pueden contener no sólo ingredientes acidificantes como carnes y lácteos, azúcar y sal, suficientemente tóxicos para dañar a un bebé, sino también, pueden tener glutamato en varias de sus formas. ¿Para qué? Para que estos menjunjes de quién-sabe-qué, tengan “mejor gusto” y los niños los coman. ¡A costa total de su salud!

Lo increíble es que organizaciones dedicadas a “velar por el bienestar de los ciudadanos”, permiten que todo esto ocurra. Porque el poder económico que hay detrás de todo esto es capaz de callar a cualquiera. Cuántos científicos dejan de investigar al respecto por amenazas a su vida y a la de sus familias. Y si ellos no lo pueden hacer, quienes somos sólo consumidores y optamos por confiar en las autoridades que deben “cuidarnos”, difícilmente nos enteraremos de la verdad.
La ley norteamericana establece que un producto debe mostrar en su etiqueta la presencia de glutamato, sólo si es GMS de 99% de pureza. Es decir, si contiene glutamato al 90%, no es requisito incluirlo en su lista de ingredientes. La FDA reconoce al glutamato como inocuo para la salud[ii].

Los defensores del glutamato afirman que, como es un aminoácido, es un nutriente. Y nuestro cuerpo lo necesita. Blaylock dice que sólo en cantidades mínimas, en momentos precisos, el cerebro requiere de este aminoácido. Cuando sobrepasa ese límite, se vuelve un veneno mortal. Diferente es comer alimentos que contengan en forma natural ácido glutámico, que se digiera y asimile lentamente, y circule por la sangre con tranquilidad, para cuando nuestras células lo requieran, puedan utilizarlo. Como ocurre siempre que no consumimos esta sustancia en su forma artificial.

Más allá de creerle a un bando o a otro, ¡investiguemos! Para comenzar les recomiendo ver el documental de Russell Blaylock que añadí arriba, del cual he sacado gran parte de la información que hoy comparto y es éste. Oyéndolo, se comprende por qué hay tan poca información pública respecto a los perjuicios de las excitotoxinas. Se hacen estudios, se obtienen conclusiones, pero la información es muy manipulada y filtrada. Para tener las riendas de nuestra salud y nuestra vida, debemos hacernos responsables de la forma en que elegimos vivir. Si queremos estar sanos y en forma, necesitamos saber cuáles son las opciones que nos alejan y nos acercan a eso. Para decidir de forma acertada, dedicar tiempo y energía a informarnos es fundamental.

Hoy, por encima de juzgar al sistema por siempre ofrecernos opciones de intoxicar nuestra vida fácilmente, podemos buscar nuevos caminos para llevar una vida sana, conectada con nuestra tierra, en armonía con nuestro cuerpo, y libre de elementos destructivos. Lo que pasó, pasó. Pero en adelante, podemos hacer las cosas mejor: comprar más en ferias y mercados orgánicos, cambiar las bebidas por jugos caseros de frutas, empezar a preparar nuestras sopas, nuestras salsas, nuestros postres, con ingredientes naturales. Es mucho más nutritivo (y más simple de lo que se cree) comenzar a alimentarnos de frutas y verduras, semillas y legumbres, fresco y vivo. Descubrir aromas y texturas nuevas, maravillarnos con lo rico que pueden ser los sabores naturales y lo bien que nos sentimos al reemplazar nuestros hábitos alimenticios por otros que nos lleven a vivir en plenitud, disfrutando de verdad, sin disfraces ni engaños.

Infórmate, anímate y prueba!
Vivir sano es simple, es rico y te llena de posibilidades de ser quien quieres ser.







3 comentarios:

  1. Belén que buen artículo, increíble darse cuenta lo equivocados que hemos estado todo este tiempo y lo importante que es que jóvenes como tu opten por enseñarnos a mejorar nuestra calidad de vida. Gracias por darme la oportunidad de mejorar junto a mi familia nuestros actuales hábitos y abrir los ojos con tus consejos tan oportunos . Cuanta mugre consumimos a diario bajo hermosas etiquetas que muchas veces ni leemos y que confiadamente llevamos a nuestros hogares contaminando día a día a nuestros seres queridos.
    Sigue así Belén, tu senda guía a muchos que agradecemos el tiempo que usas en explicarnos como es de fácil ser más sanos, la clave es ser más simples.

    FELICITACIONES!!

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  2. Al leer este artículo me pregunto ¿cuánta responsabilidad tienen estas toxinas en el "DÉFICIT ATENCIONAL" de gran cantidad de niños... y no tan niños ? sólo por nombrar algo tan común y frecuente.

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