miércoles, 25 de abril de 2012

Madre Nuestra

Hola, querida familia lectora! Espero que se encuentren muy bien, recibiendo el otoño tardío con buena disposición. Parece que ahora sí se fue el verano.


Hoy deseo compartir con ustedes algo que a primera impresión puede parecer poco relacionado con la alimentación, pero no lo es para mi. Es un capítulo del Evangelio de la Paz, de los esenios. Este texto no ha sido reconocido por las Iglesias Cristianas como "válido", y no me extraña que sea así. Habla y muestra de cerca cómo vivían Jesús y los esenios, cerca de la tierra, llevando una vida muy ecológica, amorosa y consciente. Es un libro realmente hermoso, que recomiendo leer a todo quien quiera sorprenderse. 
El año pasado una amiga me lo mostró y quedé en estado de shock por un buen rato. Jesús era un ser que estaba en pleno contacto con la naturaleza, con su instinto, con la vida que muchos queremos desarrollar hoy. Fue hermoso sentir que comparto ese sentimiento de honrar a la vida en todos los sentidos, con el mismo Jesús. Y cualquier crítica que llegara a recibir sobre lo "raro" que es elegir este camino "verde", dejó de tener valor para mi. Es súper satisfactorio SABER que el camino de la vida, en todos los sentidos, ES el camino.

Y en ese sentido, este evangelio nos cuenta que Jesús era prácticamente crudivegano!! Buscar la vida en todo lo que realizamos, implica también nutrirnos de vida, de alimentos vivos. Y alimentos vivos generan vida. Alimentos muertos, generan muerte. 



Voy a ir subiendo partes de este evangelio que considero relevantes e interesantes, para que se maravillen como yo. Claro que hay que aprender a interpretar las palabras que aparecen en él, cuando se habla por ejemplo, del reino de satanás y del reino de Dios. Es el "bien" y el "mal" presentes como opción en cualquier acto , pensamiento o sentimiento. Y si queremos vida, queremos el bien, queremos a Dios!! Son todos sinónimos.




Acá está en Capítulo 32. Es breve!
Lean con tranquilidad, especialmente la oración final a la Madre Tierra...


CAPITULO XXXII.
Seguid el ejemplo de todos los ángeles del Padre Celestial y de la Madre Tierra que trabajan sin cesar día y noche en el Reino de los Cielos y de la Tierra. Por lo tanto, recibid también en vosotros el más fuerte de los ángeles de Dios, el Angel de la Acción.
Y trabajad todos juntos en el Reino de Dios; seguid el ejemplo del agua que corre; del viento que sopla; del sol que brilla; de las hierbas y árboles que crecen, de las bestias que corretean y juegan; del sol que se levanta y se pone; de la luna creciente y decreciente, y de las estrellas que aparecen y desaparecen. Todos se mueven y cumplen con sus obras, pues todo lo que tiene vida se mueve y solo lo muerto está inmóvil.
Y Dios es el Dios de los vivos y satanás el de los muertos. Servid, por lo tanto, al Dios vivo, a fin de que el eterno movimiento de la vida pueda sosteneros, y para que escapeis a la eterna quietud de la muerte. Trabajad, luego, sin cesar, para cimentar el reino de Dios, no sea que seais arrojados al reino de satanás. Porque el eterno gozo abunda en el Reino del Dios vivo; pero la tediosa inercia obscurece en el reino de la muerte, de satán.
Sed, por lo tanto, verdaderos hijos de vuestra Madre Tierra y de vuestro Padre Celestial, para que no llegueis a ser esclavos de satán. Y vuestra Madre Tierra y vuestro Padre Celestial enviarán sus ángeles para enseñaros a amar y a servir. Y los ángeles escribirán los mandamientos de Dios en vuestra cabeza, en vuestro corazón y en vuestras manos para que podais conocer, sentir y hacer los mandamientos de Dios.
Y orad cada día a vuestro Padre Celestial y vuestra Madre Tierra a fin de que vuestra alma sea tan perfecta como el Espíritu Santo de nuestro Padre Celestial es perfecto; y que vuestro cuerpo llegue a ser tan perfecto, como el cuerpo de nuestra Madre Tierra es perfecto; porque si entendeis, sentís y haceis los mandamientos, entonces todo aquello por lo que oreis a vuestro Padre Celestial y a vuestra Madre Tierra, os será dado; porque la sabiduría y el amor, y el poder de Dios está sobre todas las cosas. De esta manera orad a vuestro Padre Celestial:
Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.
Venga tu reino; tu voluntad sea hecha sobre la tierra, como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan cotidiano; y perdona nuestras deudas,
como nosotros perdonamos a nuestros deudores; y no nos conduzcas
en tentación, mas líbranos de todo mal, porque tuyo es el Reino y el
Poder, y la Gloria, por siempre. Amén.
Y de igual manera orad a vuestra Madre Tierra:
Madre Nuestra que estás sobre la tierra, santificado sea tu nombre.
Venga tu Reino, que tu voluntad sea hecha, en nosotros como en vos.
Como tu envías cada día tus ángeles, envíanoslos a nosostros también.
Perdona nuestros errores, así como nosotros expiamos los nuestros en
contra de Ti. Y no nos coloques en tentación, sino líbranos de todo mal,
porque tuyo es el Poder, la tierra, el cuerpo y la salud. Amén.
Y todos oraron juntos con Jesús al Padre Celestial y a la Madre Tierra.

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