Ciudad Zen me invitó a escribir una vez más. Hoy me toca compartir un tema
súper delicado y espero hacerlo bien. Mejor que nunca, sé que el conocimiento nos hace libres. Y la
ignorancia, esclavos. Presos de un sistema que boicotea todo intento por
despertar a la población y permitirnos empoderarnos y empezar a tomar
decisiones acertadas, que nos lleven a vivir libres, sanos, fuertes, felices.
Con este artículo intento aportar mínimamente a generar consciencia social
sobre un evento de salud pública muy serio del cual poco se habla. Son las excitotoxinas.
Quizás de ellas no has oído,
¿pero del Ajinomoto o Glutamato Monosódico
sí? ¿O del Aspartame? ¿Maltodextrina?¿ Has leído los ingredientes que contienen los alimentos envasados que compras? La
mayoría de los productos industrializados contienen uno o más tipos de
excitotoxinas. Pueden tomar distintos nombres, pero todos se utilizan en la
industria alimenticia con un mismo fin: potenciar
el sabor de los alimentos y hacerlos más “sabrosos”. ¿A costa de qué?
La excitotoxina que más se ha
estudiado hasta hoy es el Glutamato
Monosódico: GMS. Su historia viene de inicios del siglo pasado, en Japón,
donde por siglos se utilizaba el alga kombu
como condimento, al secarlo y molerlo. Volvía las comidas mucho más
gustosas.
El químico Ikeda, descubrió que la sustancia que le daba sabor al alga era el glutamato (ácido glutámico), un
aminoácido presente en alimentos. Entonces aisló este elemento y percibió un
sabor nuevo, al que llamo umami. Su
efecto en las comidas generaba un sabor tan intenso, que muy pronto los
hermanos Suzuki lo comercializaron bajo la marca Ajinomoto, “la esencia del sabor”, en japonés. Desde entonces se ha utilizado para
intensificar sabores de alimentos artificiales y esto ha generado billones de
dólares para la industria alimenticia moderna.
Lo que no se difunde es que el
Glutamato añadido a los alimentos es una
toxina, en otras palabras, un veneno. Nuestro organismo no sabe lidiar con
grandes cantidades de éste al entrar de golpe[i].
Su principal efecto es generar un estímulo
excesivo de la actividad de las células que lo reciben, provocando daños
severos. Cuando el glutamato entra en cantidades altas al cerebro, y por éste, a
las células nerviosas o neuronas, genera
una excitación de ellas a tal nivel, que al poco tiempo mueren. Este enorme estímulo neuronal se relaciona con el sabor acentuado, que ocasiona adicción y
dependencia. Es por eso que los productos que reciben glutamato tienen
sabores tan potentes e inmediatamente lo metes a tu boca, deseas comer más. Y más. Y
más. Sin poder detenerte. Como si algo controlara tu cuerpo. No puedes
evitarlo. Papas fritas, galletas, golosinas, sopas, salsas, condimentos, todas
las “comidas rápidas”, y prácticamente cualquier alimento industrializado. Y
como dato, la mayoría de los productos
light, al perder su grasa, reciben este veneno, en alguna de sus formas, para
otorgarle sabor. Incluso, muchos
productos alimenticios presentes en tiendas “saludables” incluyen alguna
excitotoxina enmascarada. Y sí, estos
productos se sienten sabrosos. Sus sabores generan placer en el momento. Pero
son sabores artificiales, que te vuelven
adicto y hoy son responsables en gran parte de la crisis masiva de obesidad mundial que vivimos. Y no sólo
eso.
El doctor Russell Blaylock, neurocirujano
de larga trayectoria, es autoridad en el tema. Gran parte de su carrera médica
la ha dedicado a investigar sobre la influencia de sustancias tóxicas en la
actividad cerebral, y difundir sus hallazgos, contra viento y marea. Ha sido
boicoteado numerosas veces, para que sus obras no se hagan públicas. En su
libro, “Excitotoxinas:
sabores que matan”, comunica los resultados de diversos experimentos en
animales que han recibido glutamato y otras excitotoxinas, y cómo responden al
corto, mediano y largo plazo: las excitotoxinas son un enemigo silencioso. Puede que al momento que las comas no presentes
síntoma en absoluto - quienes sí lo desarrollan sienten dolores de cabeza y el
pensamiento borroso, fenómeno conocido como síndrome del restaurante chino-
pero con el tiempo se va incubando en secreto la causa inicial de una lista de
enfermedades fatales.
La primera vez que oí sobre todo
esto, fue en una charla en la que este científico explica muy claramente cómo el glutamato, y cualquier
excitotoxina, al ingresar a las neuronas en cantidades y momentos no
requeridos, alteran y perturban su actividad, dañándolas gravemente o
provocando su muerte. Si consideramos que del
correcto funcionamiento cerebral depende la salud de todo nuestro cuerpo-
el pensar, el sentir, el movernos, el equilibrio hormonal, la sincronía
perfecta entre millones de células y órganos, los diferentes sistemas, etc, etc, etc- saber que día
a día comemos alimentos que contienen glutamato, en cantidades suficientes
para destruir nuestras neuronas, es comenzar a despertar y darnos cuenta de la
poca atención que ponemos a cuidar nuestra vida.
Según Blaylock, las lesiones neuronales provocadas por
la ingesta de estas toxinas, están asociadas a enfermedades tan diversas como migrañas, convulsiones físicas,
pérdida de memoria, déficit atencional, desequilibrio emocional, episodios de
rabia o locura inexplicables, ataques de asma, alteración hormonal y de
crecimiento, infecciones virales por debilitamiento de sistema inmune, envejecimiento
prematuro, daños oculares, insomnio… hasta parálisis, falla cardíaca, alzheimer,
parkinson, esclerosis múltiple, artritis, y la más típica hoy en día: obesidad.
Muchos de estos “males” pueden ser parte de nosotros o nuestra familia. ¿Pero cuándo
pensaríamos que en parte, la razón viene de aquellas delicias tan inofensivas que comemos a diario?
Alimentos que típicamente contienen GMS de consumo diario:
Sopas en sobre, calugas y caldos instantáneos, salsas, aderezos para ensaladas, aliños, enlatados y en conserva,
productos light, golosinas, galletas, salados, postres, todas las prácticas
preparaciones listas en 3 minutos, suplementos de proteínas en polvo o
líquidas, bebidas carbonatadas, jugos artificiales, chicles, comidas de cadenas
rápidas, muchas preparaciones de restaurantes…
La verdad es que en supermercados
o restaurantes tradicionales, es difícil encontrar productos que no contengan
excitotoxinas. Ojo con los nombres:
Para camuflar el glutamato de quienes buscamos alimentos más naturales, los
fabricantes han ido creando nuevos seudónimos, por montones, que esconden el
mismo veneno. Cuando busques alimentos
libres de excitotoxinas, asegúrate que no incluyan entre sus ingredientes:
GMS, Glutamato, Ácido glutámico, Ajinomoto, Vetsin, Saborizante natural,
Proteína hidrolizada, Levadura autolizada, Levadura hidrolizada, Caseinato de calcio,
Extracto de levadura, Proteína texturizada, Caseinato de sodio, PVH, Caseína hidrolizada, Colágeno
hidrolizado, Proteína de colágeno hidrolizado, Maíz hidrolizado, Almidón
de maíz hidrolizado,
Hidrolizados de
gelatina, Extracto de proteína vegetal, PHP, Senomyx, Carragenano, Realzador
de sabor, E620, E621, E622, E623, E624, E625, E627, E631, E635. Maltodextrina,
Aspartamo, L-cisteína, Glicina, Proteína texturizada de suero…
Naturalmente nuestro cerebro cuenta con una barrera hematoencefálica, que regula la entrada y salida de sustancias entre la sangre y las células de algunas zonas cerebrales (no todas) y puede protegernos de venenos circulantes. Hay diversas circunstancias que en un adulto pueden provocar pérdida de control de esta barrera y dar entrada al glutamato, cuando no es requerido. Por ejemplo, niveles bajos de azúcar en la sangre, hipertensión, infecciones, uso de fármacos, etc. Esas condiciones vuelven a la persona mucho más vulnerable frente al consumo de excitotoxinas.
Especialmente importante es el
efecto que genera el glutamato en el
cerebro prematuro. El glutamato y el aspartame son sustancias
extremadamente tóxicas para el cerebro
de un feto en desarrollo. Su barrera hematoencefálica aún no se ha fijado y
sus células cerebrales están formándose. Si la madre embarazada come cualquier
alimento con glutamato, éste fácilmente puede atravesar el canal que hay entre
ella y su hijo, y el futuro ser estará recibiendo este veneno incluso antes de
nacer. Tanto en gestación, como tras nacer, los primeros años de vida son determinantes en la formación del cerebro
sano de un niño. Y por ende, en qué
tan sano en cuerpo y en mente será el resto de su vida. Los bebés son cuatro veces más sensible al
glutamato que un adulto. Su salud
mental, emocional y física se verá limitada e impedida, por el resto de su
vida, producto de las toxinas que recibe desde pequeño. No debemos
sorprendernos entonces al darnos cuenta que cada día hay más niños que sufren problemas de concentración y
comportamiento. Con alergias e intolerancias diversas. Niños con muy bajas defensas, siempre enfermos. ¿Es mala suerte? Claro
que no. Son niños que no han sido bien nutridos y cuyos organismos ya han
recibido un exceso de sustancias tóxicas, causando tales limitaciones desde tan
pequeños. Es un tema tan delicado y serio. No podemos dejarlo pasar.
Las excitotoxinas pueden llegar al organismo de niños, mediante lo que la madre consume y transmite a su bebé, o después de nacer, al amamantarlo, a través de su leche.
¿Y después? Aunque parezca locura, los alimentos típicos de consumo masivo para
bebés, como fórmulas de leches y colados que encontramos en cualquier
supermercado, pueden contener no sólo ingredientes acidificantes como
carnes y lácteos, azúcar y sal, suficientemente tóxicos para dañar a un bebé,
sino también, pueden tener glutamato en varias de sus formas. ¿Para qué? Para
que estos menjunjes de quién-sabe-qué, tengan “mejor gusto” y los niños los
coman. ¡A costa total de su salud!
Lo increíble es que organizaciones dedicadas a “velar por el
bienestar de los ciudadanos”, permiten que todo esto ocurra. Porque el
poder económico que hay detrás de todo esto es capaz de callar a cualquiera.
Cuántos científicos dejan de investigar al respecto por amenazas a su vida y a
la de sus familias. Y si ellos no lo pueden hacer, quienes somos sólo
consumidores y optamos por confiar en las autoridades que deben “cuidarnos”,
difícilmente nos enteraremos de la verdad.
La ley norteamericana establece que un producto debe mostrar en su etiqueta la presencia de glutamato, sólo si es GMS de 99% de pureza. Es decir, si contiene glutamato al 90%, no es requisito incluirlo en su lista de ingredientes. La FDA reconoce al glutamato como inocuo para la salud[ii].
La ley norteamericana establece que un producto debe mostrar en su etiqueta la presencia de glutamato, sólo si es GMS de 99% de pureza. Es decir, si contiene glutamato al 90%, no es requisito incluirlo en su lista de ingredientes. La FDA reconoce al glutamato como inocuo para la salud[ii].
Los defensores del glutamato afirman que, como es un aminoácido, es un
nutriente. Y nuestro cuerpo lo necesita. Blaylock dice que sólo en cantidades
mínimas, en momentos precisos, el cerebro requiere de este aminoácido. Cuando
sobrepasa ese límite, se vuelve un veneno mortal. Diferente es comer alimentos que
contengan en forma natural ácido glutámico, que se digiera y asimile
lentamente, y circule por la sangre con tranquilidad, para cuando nuestras
células lo requieran, puedan utilizarlo. Como ocurre siempre que no consumimos
esta sustancia en su forma artificial.
Más allá de creerle a un bando o a otro, ¡investiguemos! Para
comenzar les recomiendo ver el documental de Russell Blaylock que añadí arriba, del cual he sacado gran parte de la información
que hoy comparto y es éste.
Oyéndolo, se comprende por qué hay tan poca información pública respecto a los
perjuicios de las excitotoxinas. Se hacen estudios, se obtienen conclusiones,
pero la información es muy manipulada y filtrada. Para tener las riendas de
nuestra salud y nuestra vida, debemos hacernos responsables de la forma en que elegimos vivir. Si queremos estar sanos y en forma, necesitamos
saber cuáles son las opciones que nos alejan y nos acercan a eso. Para decidir
de forma acertada, dedicar tiempo y
energía a informarnos es fundamental.
Hoy, por encima de juzgar al
sistema por siempre ofrecernos opciones de intoxicar nuestra vida fácilmente,
podemos buscar nuevos caminos para
llevar una vida sana, conectada con nuestra tierra, en armonía con nuestro
cuerpo, y libre de elementos destructivos. Lo que pasó, pasó. Pero en
adelante, podemos hacer las cosas mejor:
comprar más en ferias y mercados
orgánicos, cambiar las bebidas por jugos caseros de frutas, empezar a
preparar nuestras sopas, nuestras salsas, nuestros postres, con ingredientes
naturales. Es mucho más nutritivo (y más simple de lo que se cree) comenzar a alimentarnos de frutas y
verduras, semillas y legumbres, fresco y vivo. Descubrir aromas y texturas
nuevas, maravillarnos con lo rico que pueden ser los sabores naturales y lo
bien que nos sentimos al reemplazar nuestros hábitos alimenticios por otros que
nos lleven a vivir en plenitud, disfrutando
de verdad, sin disfraces ni engaños.
Infórmate, anímate y prueba!
Vivir sano es simple, es rico y te llena de posibilidades de ser quien
quieres ser.
notable la nota!!
ResponderEliminarBelén que buen artículo, increíble darse cuenta lo equivocados que hemos estado todo este tiempo y lo importante que es que jóvenes como tu opten por enseñarnos a mejorar nuestra calidad de vida. Gracias por darme la oportunidad de mejorar junto a mi familia nuestros actuales hábitos y abrir los ojos con tus consejos tan oportunos . Cuanta mugre consumimos a diario bajo hermosas etiquetas que muchas veces ni leemos y que confiadamente llevamos a nuestros hogares contaminando día a día a nuestros seres queridos.
ResponderEliminarSigue así Belén, tu senda guía a muchos que agradecemos el tiempo que usas en explicarnos como es de fácil ser más sanos, la clave es ser más simples.
FELICITACIONES!!
Al leer este artículo me pregunto ¿cuánta responsabilidad tienen estas toxinas en el "DÉFICIT ATENCIONAL" de gran cantidad de niños... y no tan niños ? sólo por nombrar algo tan común y frecuente.
ResponderEliminar