Muchos terapeutas modernos hoy reconocen que gran parte de nuestro estado
de salud corre en manos de nuestra flora intestinal. Cuando la flora está
sana y en equilibrio, nosotros también. Y es porque este nicho ecológico de
billones de microorganismos que habitan en la mucosa de nuestro intestino,
cumple funciones tan vitales como defender
la entrada a la sangre de toxinas y microorganismos oportunistas y regular y
promover la degradación y el ingreso de nutrientes esenciales hacia la
misma. Por tanto, si nuestra flora está debilitada o irritada, el filtrado se
hace defectuoso y así, logran pasar nutrientes mal degradados y sustancias
tóxicas, que llegan al hígado, a la sangre, y a los diversos tejidos y células.
Promoviendo un cuerpo enfermo, si esta situación se mantiene por semanas y
años.
“Las mucosas están diseñadas para soportar sustancias indeseables, pero es
la cantidad y continuidad de agresiones lo que termina irritando y dañando su
estructura”.
Tales agresiones, que afectan tanto a la
mucosa intestinal, como a la flora que la habita, pueden ser alimentos mal masticados,
deficientemente digeridos, antiácidos, fermentaciones, putrefacciones,
sustancias químicas como colorantes, saborizantes, pesticidas, antibióticos y
fármacos en general, venenos, estreñimiento, alimentos refinados y procesados,
exceso de proteína en la dieta (que genera putrefacción y desarrollo de
microorganismos patógenos), consumo de fibra aislada (aparte de los alimentos
que la contienen en estado natural), fuertes niveles de estrés y ansiedad, agua
con cloro y flúor… y la lista sigue…
Para sanar y recuperar la vitalidad
de nuestra flora, podemos comenzar por limitar aquellos alimentos más
tóxicos y procesados. De origen animal, azúcares, alcohol, frituras, etc, y
también, los medicamentos. Haciendo más actividad física, dándonos más momentos
de descanso y placer, intentando sin falta de controlar los niveles de estrés a los que estamos sometidos, ya que la flora es muy sensible a nuestras emociones.
Y sin falta, comiendo más
natural y vivo, especialmente frutas y verduras frescas, jugos, ensaladas y
batidos.
Especialmente después de un proceso de depuración, los especialistas recomiendan
consumir aguas probióticas, que
ayudan a repoblar nuestra flora con nuevas bacterias “amigas” y enzimas
maravillosas.
Rejuvelac
Una de las opciones de agua probiótica es el “Rejuvelac”. También se conoce
como “agua enzimática”, por su alto contenido
de enzimas digestivas, y bacterias benignas. Es una bebida fermentada rica en proteínas, carbohidratos, fosfatos, lactobacilos, y vitaminas, como B, C y E. Es un potente rejuvenecedor
y restaurador de la salud, porque componentes en donde ha germinado
vida. Es una bebida llena de probióticos, que al fortalecer la flora intestinal, también potencia el sistema inmune y ataca las
molestias de inflamación de vientre.
Hay varias formas de prepararlo, tanto con frutas, con el filtrado de
jugos, como con brotes de distintos granos: trigo sarraceno, avena, quínoa,
centeno, cebada, mijo, lenteja, amaranto, fenogreco, maravilla, sésamo…
Todos pasan por el
proceso de fermentación, liberando
al agua las bacterias, enzimas y nutrientes ya mencionados, muy beneficiosos
para el equilibrio intestinal y los
procesos de digestión. Es antianémico,
promueve la correcta asimilación de los nutrientes de los alimentos y ayuda a disminuir molestias de vientre por
comidas.
El
Rejuvelac tiene un sabor muy particular,
ligeramente ácido, con un poco de espuma, y se utiliza en la preparación de
varias recetas con fermentos, como quesos
crudiveganos, limonadas enzimáticas, en batidos o jugos como
complemento, o se bebe sola, con el estómago vacío. Existen
variantes de sabor y nutrientes, usando uvas, pomelo, jugos verdes, semillas o
leches vegetales. Dejándolo fermentar varios días, ibera burbujas,
formándose "champagne de rejuvelac".
En la preparación es muy importante asegurar
la higiene de los recipientes y la calidad del agua,
para que las bacterias efectivamente puedan vivir y reproducirse sanamente en
ella. Idealmente prepararlo con “agua de ayer”, que ya haya liberado el cloro.
La receta básica de Rejuvelac con brotes de semillas más conocida es la siguiente:
Elementos
a utilizar
Granos germinados (puede ser cereal,
semilla o legumbre)
Agua pura
1 frasco de vidrio
1 paño limpio
Procedimiento
1.Activar y germinar ½ taza de semillas: Se lavan bien y se dejan por al
menos 12 horas en un frasco con 2 o 3 tazas de agua fresca y pura. Luego,
se escurre el agua sin enjuagar.
2. Germinar las semillas activadas: Se
cubre el mismo frasco con una tela y se
dejan germinar en un lugar oscuro y tranquilo, durante 2 a 3 días, hasta que el
brote mida medio centímetro.
3. Para preparar Rejuvelac, añadir al
frasco agua pura, 3 veces la cantidad de semillas germinadas. Cubrir el
frasco de nuevo con la tela y dejar en reposo a temperatura ambiente durante 24
a 48 horas. Cuando adquiera un tono blanco-ambar y libere espuma a la
superficie, estará listo.
4. Filtrar el líquido de las
semillas, y añadirle el jugo de ½ limón, o incluirlo en jugos verdes, batidos,
etc. Si no se bebe en el momento, guardarlo en un frasco de vidrio cerrado, en
el refrigerador por algunos días. ¡Disfrutar!